En entradas anteriores de este blog hemos hablado de las características de las láminas acanaladas poniendo especial énfasis en las ventajas de su uso sobre otros tipos de cubiertas en diferentes clases de construcciones. En esta ocasión hablaremos específicamente de un tipo de lámina acanalada que, gracias a sus propiedades, tiene un amplio uso en el sector de la construcción: la lámina galvanizada.
Las láminas galvanizadas son aquellas láminas de acero que, tras someterse a un proceso conocido como galvanización, se vuelven altamente resistentes a la exposición a la intemperie, sobretodo a la humedad, de ello que sean ideales para utilizarse como cubiertas en diferentes tipos de construcciones, desde edificaciones industriales hasta residenciales.
El proceso de galvanización, como acabamos de mencionar, tiene como principal finalidad proteger la superficie del metal de la acción del oxígeno del aire que genera la reacción de oxidación, la corroe, deteriora y por tanto, disminuye su tiempo de vida útil. Esta protección consiste en una capa de zinc, elemento que es más oxidable y menos noble que el acero y que el aluminio, características que lo hacen más estable y por tanto, más resistente a la corrosión.
Existen diferentes procesos para realizar la galvanización de los metales y los principales son la galvanización en frío, la galvanización en caliente, el zincado electrolítico, el metalizado por pistola y finalmente el galvanizado por laminación. Por un lado, el galvanizado en frío consiste en aplicar un recubrimiento de zinc mediante aerosoles, pistolas o brochas a la superficie metálica.
Para que el galvanizado mediante este proceso resulte efectivo contra la corrosión es necesario que la placa de zinc que se aplique sobre el metal contenga al menos un 95% de este elemento y que tenga buena conducción eléctrica. Este tipo de galvanizado se utiliza para el recubrimiento de estructuras de acero, para proteger soldaduras y para la reparación de piezas galvanizadas en caliente que se hayan dañado por quemaduras, cortes, erosión o soldadura.
El proceso de galvanizado en caliente consta de aplicar el recubrimiento mediante la inmersión de la pieza en zinc fundido a una temperatura alrededor de 450°C. Al trabajar en esta temperatura se da una reacción química conocida como difusión, la que hace que entre el acero y el zinc se formen varias capas de aleación entre estos materiales, mientras más cercanas estén las capas a la superficie mayor es la concentración de zinc que presenta.
De esta manera se protege el acero de la corrosión y de la oxidación. Este tipo de galvanizado está regulado por la norma ISO 1461 en lo que se refiere al espesor del recubrimiento en diferentes piezas y nivel de adherencia, entre otros aspectos.
Por otra parte, el proceso de zincado electrolítico consiste en la aplicación de una solución de sales metálicas con tensoactivos, agentes abrillantadores y agentes reductores a la superficie. Mediante la transferencia de iones metálicos entre la superficie a recubrir y la solución, se forma la capa de protección y para llevar a cabo el proceso es necesario utilizar un equipo transformador de corriente alterna a corriente continua equipado con placas de zinc, cobre o níquel.
Finalmente, el proceso de galvanizado por laminación no es más que un galvanizado en caliente aplicado a láminas de acero. Mediante la inmersión en crisoles con zinc fundido, la lámina acanalada queda cubierta en su totalidad, por lo que el resultado es un alto nivel de resistencia a la corrosión y un incremento a la vida útil del acero. Además, con este proceso ya no resulta necesario darle un mantenimiento continuo a las láminas, pues aparte de volverse resistentes a la corrosión, el acero se hace resistente a los daños mecánicos.
Como puedes notar, el proceso de galvanizado dota de una gran resistencia a los metales, pero es importante resaltar que el tiempo de vida de la protección que brinda la capa de zinc aplicada no es ilimitada y está sujeta a ciertos factores, como el espesor de la misma capa y el tipo de condiciones ambientales a las que se exponga la lámina.
Como es de esperarse, un recubrimiento de mayor espesor puede mantener en buenas condiciones al metal durante más tiempo que un recubrimiento delgado, sobretodo en lugares que presentan altos niveles de humedad, por mencionar un ejemplo, y si bien, el mantenimiento que se requiere es mínimo, resulta indispensable hacer tareas de inspección periódicas para verificar el estado de las láminas galvanizadas.
Los procesos de galvanizado tienen un amplio uso en la construcción de rejillas electrosoldadas, armaduras metálicas, vallas de protección, escaleras, barandillas, andamios, en la construcción de estadios, piscinas, deportivos, torres, subestaciones eléctricas, repetidores de señal, antenas de telefonía, en construcción naval y en estaciones de ferrocarril.
Se emplean también en la construcción de instalaciones industriales y de mobiliario urbano, por ejemplo, para la estructura de naves, almacenes y depósitos, en semáforos, contenedores, farolas, bancas y mesas para parques. El galvanizado también se emplea en las pantallas y barreras de seguridad y en la ganadería y agricultura, sobretodo para recubrir las láminas que se emplean para hacer naves avícolas, invernaderos, establos y corrales, entre otro tipo de construcciones.
En futuras entradas hablaremos de los tipos de mantenimiento que requieren las láminas galvanizadas y de la forma de instalación de las láminas acanaladas. Recuerda que en Soliacero contamos con una extensa variedad de materiales para cubierta para construcciones de todo tipo y en nuestro catálogo encontrarás lámina acanalada.
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